lunes, 23 de junio de 2025

Yo en Sociales y ella en Económicos

 Estábamos en la prepa, yo en Sociales y ella en Económicos. 


Ella asistía a una religión de normas estrictas, si uno andaba de novio de una de ellas, era para adquirir sus hábitos y sus creencias. La consigna era casarse con alguien de la misma fe, no salir de la comunidad para no enfrentar desavenencias debido a distintas concepciones espirituales. Sé esto porque asistí a algunas de sus reuniones durante un tiempo. Mi abuela formaba parte de esa religión y nos llevaba allí todas las semanas, dejé de asistir cuando fui más mayor.


Caminábamos mi hermana, otros vecinos y yo hacia la escuela a la misma hora. Ella sobresalía del grupo por su estatura, siempre fue más alta que todos. Su madre, con un tono a medias cómplice y a medias juguetón, a veces me decía: "Cuídala, ¿vale? Si la cuidas, te la entregaré más adelante." Lo decía en broma, lo sé, pero también había algo de verdad en su promesa.


En nuestro último año de prepa, coincidimos en la organización de un evento intercolegial. En varias ocasiones nos quedamos solos y ella se acercó más de lo debido, sonriendo y lanzándome miradas que parecían una invitación silenciosa a un juego desafiante de coqueteo. Pero algo no terminaba de convencerme; tal vez vislumbré el futuro y no me agradó, por eso no correspondí a sus afectos.


Días después, me invitaron a la fiesta de cumpleaños de su hermana mayor, creo que era para celebrar su despedida de soltera. Ella me invitó a bailar y, bailamos una o dos piezas, no lo recuerdo con exactitud. Luego, ella puso una canción que hizo que todos se sentaran en sus lugares, quedando solo ella en la pista para entonar, junto a la intérprete de Tex-Mex: “Amor prohibido murmuran por la calle. Porque somos de distintas sociedades. Amor prohibido nos lo dice el mundo entero. El dinero no importa en ti ni en mí. Ni en el corazón, oh, oh baby [...]”


Esa canción también la ponía cada vez que pasaba frente a su casa, no sé si era a propósito o casualidad.


Cuando nos graduamos, muchos se fueron y otros se quedaron. Yo me fui, ella se quedó. La vida transcurrió, yo regresé con los estudios terminados. Alguien me informó que ella también emigró y se casó. Yo mantuve mi soltería por varios años.


La veo caminar delante de mí, erguida, distinta. Su andar ya no es el mismo; ahora proyecta solemnidad. Se ha convertido en una dama, y no en cualquier dama, sino en una de elegancia callada. Los tacones la elevan, no solo en altura, también en presencia. Lleva plataformas discretas, una falda que roza los tobillos, y un sombrero de ixtle con aires afrancesados. Se desliza por la calle con calma metódica, absorta en su quehacer cotidiano.


Es ama de casa, pero también predicadora. Para ella predicar no es una acción ocasional, es una vocación que abarca cada hora del día.


Siempre busca mi mirada, pero no siempre logro corresponderle. La he saludado en contadas ocasiones. 


La veo caminar delante de mí …me gusta recordar aquel momento y aquella canción: “Amor prohibido murmuran por las calles. Porque somos de distintas sociedades”.


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