A veces casi nunca pienso en aquellas mujeres con las que no me quedé. Ni ellas conmigo. ¿Qué será hoy de su vida?,¿habrán dado vuelta la página de su vida, de un modo igual que se eructa innecesariamente?
Pienso en ellas y en ninguna.
No me demoro en hacer el recuento, no fueron muchas. Sucedieron en esa edad en la que es natural conocer, experimentar, probar, sin compromisos. Recuerdo un texto que decía: “No porque quieras comer chorizo, debes comprarte todo el cerdo”. Ja ja ja, aplica de ida y vuelta para todos los géneros.
Estaba tan necesitado en aquellos días, vivía alejado de mi núcleo familiar, me estrenaba y estrenaba en mi independencia.
Una jacarandosa estuvo jugando de manera cruel conmigo, había días en que fingía despreocupación y otras estaba atenta al teléfono apartándose en momentos de mi compañía, para atender asuntos de trabajo, y, yo crédulo, confiaba. Me dijo al final: —esto es la vida, yo te la hago a ti, y luego tú, se la harás a alguien, esto es la ruleta del amor. —Por favor, ya madura—.
Me faltaba malicia, y me sigue faltando, en eso he evolucionado poco. Pero yo amaba, con irracionalidad, idealizando el mundo fantástico que se generaba en cada encuentro con ella; con la certeza de privilegiar el sentimiento por encima de la razón, a cualquier costo.
En la noche de mi mal, con quincena recién cobrada y sin bocas que alimentar, fui a dos cuadras de mi casa al “Siete Mares” con decisión de aventarme al mar de lúpulo y levadura toda la tarde. Y pedirle al mesero otra caguama sol, y otra y otra; y a poner en la rockola “Que rumbo tomaste mi vida, que puerta a tu paso se abrió” y me sentí todo un Arturo de Córdoba o Abel Salazar en un filme de despecho.
Un bebedor de la mesa contigua, se acercó tomándome del brazo, musitó. —Tranquilo carnal, yo ya pasé por ahí, y de ahí saldrás, tenlo por seguro— Volteé y le vi el rostro lleno solidaridad, como si su mirada de compasión fuese un abrazo.
Uno de los versos de Rafael de León en su poema “Profecía” menciona: Pero allá en la madrugá te despertarás llorando. Porque sin sé tu marío, ni tu novio, ni tu amante, yo soy… quien más t’ha querío… ¡Con eso tengo bastante!
¿Se acordarán ellas también? No es que me atormente la duda, nomás a veces casi nunca pienso en aquellas, con las que no me quedé.
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