domingo, 18 de agosto de 2024

Días de oscuridad



Me han contado que años antes a mi nacimiento la intensidad de la luz en las casas era débil, ignoro cual haya sido la razón, los testimonios indican que la capacidad de la planta generadora era poca y la población al volverse numerosa, hacían que redujera la brillantez de los focos, pero todos estaban acostumbrados, la hora para irse acostar de la mayoría, era a las siete de la noche aproximadamente.   


Era los días en que la gente andaba en la calle, de noche, solo por necesidad alumbrados con un foco portátil de pilas, las siluetas de algunos eran inconfundibles y de lejos se saludaban afectuosamente.


El hecho de estar sin luz en casa y en las calles era lo más natural, y no hacía falta, porque no se extraña lo que no se conoce. 

 

Los niños aprendíamos también a distinguir las hormas de las personas y reconocerlas, además de pasar tiempo mirando las estrellas, imaginando ver, ocasionalmente objetos extraños en el firmamento. 


Entresueños creo recordar que estuvimos viviendo algún tiempo, sin luz en mi casa, mi mamá utilizaba un quinqué de petróleo con una mecha de tela de jerga, con una perilla que había que girar a la derecha o la izquierda para aumentar la intensidad de la llama encendida. Eran los principios de los años 80. 


Cuando la electricidad faltaba los más pequeños, se angustiaban y preguntaban la razón de la oscuridad, llegando a sentir ansiedad y desesperación. Entonces, nos reuníamos en casa de mis abuelos que por fortuna era contigua a la nuestra. Sabedores de que mi abuelo de forma creativa comenzaría con una retahíla de estrategias para dosificar nuestra imaginación y soportar la oscuridad.


Sacaba una silla en medio de la sala y nos acercaba, comenzaba una cuenta del 1 al 100 y anticipaba la premonición de que al pronunciar el número 30, la luz milagrosamente volvería. Contaba primero hacia adelante y después a la inversa, y de forma sorprendente a veces la atinaba. Todos maravillados, decíamos ¿Cómo lo hace? ¿Cómo lo logra?  


Los cortes de energía hacían que las personas se preocuparan por ver si sus aparatos eléctricos seguían funcionando, en casi todos los hogares de mi barrio había televisiones, planchas, grabadoras, pero no siempre había refrigerador, eso solo en casa del comerciante mayor del barrio, o en la casa de los maestros. Cuando el televisor proyectaba imágenes nubosas, parpadeantes, distorsionadas, o no agarraba señal, necesitaba unos golpecitos para que reaccionara.


Teníamos paciencia, porque no había como ahora, sobre estímulos de la tecnología moderna. 


Era mi ciudad una población de costumbres rurales, eran los años 80, era aquel niño que fui. 


#odiseasPosmodernas

Esdras Camacho 

18 de Agosto de 2024


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