miércoles, 16 de octubre de 2013

Mi graduación


De los últimos actos que he convivido con  mi padre es el de beber una botella de tequila de a litro. 

Ocurrió no hace mucho, en Marzo del 2013, fuí a verlo, como casi siempre de relámpago, un cómo estás, buena tardes, hasta pronto, que estés bien. Pero, propuse una copa de licor papi, que tal que nos viene bien ahorita. 

No somos consuetudinarios, pero si nos hemos echado en ocasiones de solemnidad unos alipuces. Fuimos a comprarla, y así con algunas tazas de café, hablamos, hablamos mucho, yo quería que fuese un desahogo de ambos. 

Hoy nos hablamos desde nuestras trincheras como paterfamilias, él ha cumplido con suficiencia su papel y le he dicho, cualquier cosa que no hayas hecho, ya está superado. 

Me habla de sus recuerdos, de su esfuerzo por ser un buen hombre, de su filosofía: haz siempre que puedas lo mejor para todos, sin que tú resultes perjudicado. Hace un flashback a su adolescencia, a su hambre, a ese episodio en el que por diez horas nomás había comido algunas tortillas con sal, ese mítico momento del descanso a la sombra de un copal, cuando regresaba de un viaje, camino a Motozintla. 

Mi padre ha sido un hombre de gran serenidad, jamás le he visto se sobresalte por un coraje, es una persona que controla sus instintos, no lo disimula, los domina. 

Habla de lo bien que sintió que sus jefes lo consideraran un buen empleado, el empleado que fue la mano derecha y cómplice. Quién le facilitó un vehículo para que aprendiese a manejar y alimentó su ambición por tener su propio carro. 

Dice que a él siempre le llamó la atención pero no estaba en sus planes obligarse a tener uno, porque primero era su casa y su estabilidad financiera. 

He visto su temple en momentos de amargura, ha sido inquebrantable su templanza, en vez de lamentarse, pone manos a la obra, es un hombre práctico y quisiese contagiar a quien está a su alrededor de lo mismo. 

Yo aporto como voy comprendiendo a medida que pasa la vida, acciones que antes fueron incomprensibles. Le digo, no soy... no somos expresivos, pero cuentas con mi apoyo, agradecimiento y respaldo para todo lo que eres. 

Dice que mucho de lo que es lo aprendió de su padre adoptivo, Rodrigo Salomón Roblero Roblero, una persona de noble sentimiento y pocos sobresaltos.

Me dice que el tiempo pasa volando y si uno no es mesurado vivimos sin aprovecharlo, estando sin estar, han pasado me dice treinta y cinco años de tu llegada y como si nada, hoy eres también un señor. 

Reflexionamos lo que hoy somos, lo que nos hemos convertido, me dice agradece mi compañía. En cierto aspecto nos parecemos tenemos poco contacto con el mundo, nos rodeamos de muchos, pero en sí, no nos compartimos principalmente por diferencia de principios y valores. 

Hace un elogio también de mis hermanas, son exactamente lo que el deseó, personas de respeto. 

La noche avanza, el sonido la televisión no interrumpe, no hay botana, solo café y mucha platica. 

Me cuenta de un momento triste y que él no ha asimilado, dice mi amigo Jeiner era como de mi familia, fue como todo Roblero muy afectuoso, yo le seguí sus pasos, y aunque unos veinte años no supe de él, al reencontrarnos fue muy agradable, hace quince días me enteré falleció y eso si lo he sentido. 

Bebemos sin prisa y sin miedo, aún tuve consciencia de cuando nos servimos el último trago. Después me fue a dejar en mi propio coche, al otro día nos vimos muy en la tarde, él como si nada, y... yo malhayando el descuido. 

Esa fue mi graduación con él. 


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