sábado, 5 de octubre de 2013

Ligero muchachita, ligero.


* Foto:  de negro Mamá Eve (Qepd)

Cada mañana mi hermana y yo corríamos a la casa contigua que era la misma casa, esperábamos que aún estuviese hecho el fuego de la leña y el comal caliente, para degustar de las tortillas de maiz, preparadas a mano por mi abuela Evelia González Muñoz.

No hacía falta que nadie nos hablara de ella, de sus andanzas, si era para nosotros toda su estampa, su temple, sus agallas.

Mujer de mucho dinamismo, diligente, empeñosa.

A toda hora,  cruzábamos la falsa división que separaba la suya de la casa de mis padres y que más tarde mis abuelos, hubieron  de vender un pasillo, dividiendo definitivamente las construcciones.

¿Que lección nos daba?.

- Estar concentrado, haciendo todo, pero concentrado.

Su ejemplo fue de más hechos menos palabras. Cuando alguien dudaba, ella ya había si no logrado en su totalidad la accción, intentado dos o tres alternativas.

Su esposo, nuestro abuelo, llegaba tarde del trabajo, sin pretexto que valiese, únicamente que había ido por los respectivos tragos del tequila cuervo y que a veces aún llevaba en la bolsa el frasco delator.

Menos discusión y más acción, era el festín bañarlo  o mejor dicho regarlo con la ropa puesta, con la manguera a chorro, en la banqueta mientras él gateaba para librarse de esa fuerza.

Más tarde  la conciliación, las inacabables tazas de café, con tortilla y chilmól, o  cuando era quincena, los platanos fritos abundantes al centro de la mesa.

Y los coros entonados a duo, "pajarillo barranqueño" y "Soy un  pobre venadito".

Saber, saber, saber ; ligero mamacita, ligero; ay no tatita.

Trascendental su figura, imponente su presencia, Evelia, Evelita.

Abuela nuestra, tia de muchos, hermana de todos.

Incansable guerrera irredimible,  sus ojos, sus manos y toda ella, por fin a salvo del trabajo.

Frente a su féretro sus primeros nietos: mi hermana y yo, compartimos la serenidad que nos transmite su rostro, hablamos de su legado y  de aquellos días en que vale la pena recordad, no los de hoy.

Al sentarnos y consumir la bebida típica de los velorios, Sandry, accidentalmente bota su vaso... le digo, mmmm te está tu abuela viendo, y diciendo, andale Sandrita, Apurate mijita, apurate ligero mija, ligero, andá traer el trapeador y limpias esa agua, y de paso, recoges todos los vasos usados y arreglás un poquito los trastes de la cocina que ya se están desachirando.  Sorprendida me ve y rie.

Hoy la enterramos, hoy a los ochenta y tantos. Descanse en Paz.

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