lunes, 4 de octubre de 2010

NINA

La noche en que Nina desapareció, había estado con su hermanos Aldo y Georgina en la plazoleta del parque central observando el concurso de altares que con motivo de la celebración del día de muertos, anualmente se realizaba
Rafael Montoya presidente del jurado, se distinguía por su prestigio como abogado y notario público, encumbrado en en el ambiente local, reconocido entre otras cosas por sus grandes extensiones de terreno inoficiosos, aristocrata amable y conversador rural de las cosas eternas.

Nina comentó con su hermano que Montoya hacía dos años, había invitado a sus padres, a una comida emblemática, realizada en sus propiedades, fiesta en la que estuvo Nina, su mayor presunción no fue otra que la de un nopal de raices viejas, de proporciones medias, que aseguró ser de gran valor, pues era el mismo que los aztecas encontraron, luego de haberlo buscado durante doscientos años, según profecía de su dios Huitzilospochtli, sobre un islote en el lago de texcoco, hacia el año 1325.

Ese día, sin que Montoya hubiera bebido más que agua, se extendió más allá de lo prudente en sus explicaciones, llegando a parecer catecismo, en el que dijo, que dicho cactus era símbolo de energía perenne, que era su tesoro, ya que lo había transportado en un contenedor especial, con dos toneladas de arena original en la que había estado plantado hasta la ciudad, esa en la que decidió vivir desde hacía treinta años.

Nina comentó todo con el natural enfado de que nadie en aquel momento se hubiese atrevido a señalar las contradicciones del relato. Si el relator era originario de Nayarit, ¿cómo es que había llegado a ser poseedor de ese cactus, que según él había heredado de su ancestro directo Nezahuálcoyotl?, y, en el caso probable de que fuera cierto, que vino a hacer a este lugar de la sierra chiapaneca, ¿qué encontró aquí de benefico en el suelo de este lugar?, si el cactus era trasplantado de un "islote", ¿qué no así lo dice la leyenda?. Además, allí donde está plantado, peligra que un deslave se lo lleve y adios tesoro chichimeca.

Aldo le escuchó diciéndole que el sujeto en mención, no perjudicaba a terceros, que el que quería podía soportarlo o no, al fin Montoya, cifraba por la cuarta edad, y sus delirios podrían ser extravagantes.

Nina, no había llorado al nacer y todos la habían dado por muerta, luego a manera de chiste le decían que andaba fuera de sintonía, no obstante era más inteligente que lo acostumbrado en la familia, a los 16 años se le había procurado todo lo posible, en esa tarea participaban también sus hermanos mayores Cristina y Aldo, los que debido a sus respectivas tareas no convivían con ella a diario.

Al llegar a adolescente, su comportamiento se volvió inestable, pocas palabras dichas solo para herir, ella se declamaba herida y hería a quien no la entendiera, adquirió de pronto ese dolor indescifrable que los psicólogos llaman melancolía,
Aldo único hombre, se identificaba con Nina, pues aunque 15 años, los separaban, los unía un el parecido en el carácter y en el físico, incluso la madre pronunció una vez que ellos eran gemelos a la distancia.

La noche del 2 de noviembre, Aldo caminó delante de ella, doblaron la esquina, él supuso que lo seguía. Se detuvo a saludar a sus conocidos, despúes se paró en la orilla de un parque hundido y vio a lo lejos movimiento en la colina donde se ubicaba la casa de Montoya, se demoró viendo luces de antorcha, pensó ¿que serían esas luces, y porqué?, si lo acababa de ver en el evento.

Al llegar a casa, se sentó a esperarla, le envió dos mensajes de texto diciéndole que se diera prisaen la sala observó un cuadro enorme del famoso cactus, tejido a mano, el cuadro, el dibujo, en sí era una magnifica obra de arte.

Despúes, padres y hermanos la rastrearían por el celular y en casa de sus amistades, el temor de un secuestro les invadió.

A la mañana siguiente, con los ojos desorbitados y la deshidratación del desvelo, sus miradas indagaban a cada transeúnte, con la esperanza de alguna pista. La dependienta de la farmacia, les dice que la vio llegar a hacer una recarga de tiempo a las nueve con treinta minutos de la noche, les entrega el ticket que confirma su número y la hora exacta.

Cristina, le marcó al instante, el sonido intermitente del proceso de la llamada, les daba una seguridad de hallarle.

La ausencia se hizo parte del paisaje, la mortificación, los recuerdos, todos se sintieron como fantasmas, almas en pena. Repetidamente se culparon cada cual de sus errores de no tenerla entre ellos, la muñeca, la bebé, la reina, la única, el consuelo, la esperanza, todo lo que significaba Nina.

El papel de las autoridades en materia de justicia, ya se sabe, torpeza tras torpeza en la investigación. Sucedieron los años, la fuerza de su aliento débil, y la búsqueda interna de explicaciones fantásticas en la que la protagonista vivía con dos hijos lejos, muy lejos en donde la habría llevado quien la robó.


El 4 de Octubre del 2005, fue el primero de los tres días que llovió con tanta fuerza, provocando que los cauces de los ríos se desbordaron arrastrando cientos de viviendas, la ciudad estaba en alerta roja, riesgo total, imágenes dantescas, aludes, deslaves, inundaciones, los destrozos iban aumentando, la rapiña no se hizo esperar y la gente que podía ayudar constataba que aunque se esforzaran pocas cosas se rescatarían.

El segundo día de lluvia, la barda que cercaba los terrenos de la hacienda de Montoya se cayó, eso fue todo un episodio, pues la gente comprobó que no había cultivos, que era todo un desierto inaprovechable. El famoso cactus, se despegó de la tierra a consecuencia de la inundación.

Aún en la emergencia, un biólogo europeo, fue llevado por el notario, con urgencia al lugar para que recuperara la salud el marchito cactus. El biólogo explicó a través de un interprete que ningún cactus debe ser fertilizado con sangre, la rumorología terminó de hacer lo demás.

Abrazando los restos del nopal, a rastras lo sacan de su casa, y los huesos de tantas victimas alfombrando el camino, sorprenden a los rescatistas.

domingo, 3 de octubre de 2010

JENNY


Tengo que ir al banco, puedo cambiar el cheque en cualquier comercio que me quede igual de cerca, sin tener que soportar la larga fila del banco, sin embargo elijo ir al banco, mentalizando que esta vez no habrá la fila de siempre en quincena; antes llevaba algún libro o periódico, pero, no sé si a todos o solo a mi me ocurre que me desconcentra el lugar, y también pienso que los otros cuentahabientes me han de mirar y murmurar cosas como: "ese buey se cree intelectual, el mamón, que bruto aqui no es lugar para leer" y cosas asi.

Es dieciocho, imagino no habrá fila, pienso mientras camino al lugar donde está ese lugar. La ley de la atracción funciona a medias: hay una fila mediana, tomo mi lugar y a mirar para cualquier lugar para no mirar de frente a nadie, no hacer contacto visual, frente a frente, muro a muro, tendríamos que improvisar la sonrisas falsas, hallarme a algún conocido significaría retomar mi lado cortés que no uso habitualmente.

La tecnica que uso posar mi vista en el cristal del banco, ese que protege a las y los cajeros, allí el reflejo, me proporciona una visión con perspectiva de espejo retrovisor, aguzo la mirada, frunco el ceño, y miro, miro, miro, en la plazoleta del parque hay niños que comparten un helado, hay también unos baquetones con uniforme de estudiantes, se deleitan viendo de frente a las muchachas que pasan, niños boleadores ofreciendo su servicio, gente que llega a la puerta del banco, hacen un gesto de enfado al ver demasiada gente y se van.

Ahi estoy, aqui estoy, ese de ahi, soy yo, ese de aqui soy yo, yo mismo soy yo. . . ja. Los gerentes uno oficial y la otra en sustitución atienden usuarios, revisan documentos, realizan llamadas, una persona en señal de agradecimiento le ofrece a ella una bebida embotellada, ella lo acepta, el otro habla por teléfono y da indicaciones de como cancelar una cuenta a uno y como abrir una a otro.

Observo a una señora, mayor de edad que se intenta colar a la fila, lleva un bastón, su cabello está desteñido, el cliente inmediato le dice: " la fila inicia allá, le digo para que no pierda su tiempo acá". Pienso que el gerente debería de indicarnos que debemos ceder un espacio a la señora, no cualquiera tiene el privilegio de llegar a edad avanzada en uso de sus facultades y funciones.

Pensando en que somos ingratos la mayoría, no pensamos que para allá vamos, si tenemos suerte pasaremos a la tercera edad. y aqui enfrente de mi, en doble fila está ella con su sonrisa de sus joviales 23, sospecho que tiene 23 igual y más, Jenny se le pega y cuelga al cuello de un hombre, jenny no lo recuerda pero yo si. Me gustaba de niña, le gustaba yo de joven, ella en la secundaria fue novia de mi amigo de la prepa, el muy suertudo, cuando terminaron hace años, yo intenté ser su novio.

Con mi personalidad pusilánime e ingenua, a los dieciseis, no sabía para que era tener novia, ni sabe uno que perseguir en el amor, pero, intentarlo es ley natural. Jenny, solía ser una linda chica, ojos negros, dientes blancos, cabellos largos negros, pantorrillas... uuu pantorillas, no lo recuerdo, pero tendrían que ser (¿?)... no sé, nunca me fijé.

En fin que recordé cuando fui a verla a la secundaria, mi turno para asistir a la prepa era por la tarde, así que aprovechaba la mañana para ver si la veía, solicité permiso con el prefecto y la ví ensayando la escolta, fui hasta donde estaba en la cancha de basquetbol y le dí un regalo, por su cumpleaños, dije, aunque no era en su fecha, me iluminó el rostro ver que desatendió su ensayo para estar conmigo, a punto de de que iniciara conmigo una conversación que igual y daba para algo más, despúes, no sé en otro momento, en otra ocasión.

Pero apareció el bravucón del subdriector, un libidonoso sujeto que no permitía que gente extraña molestar a sus niñas, sólo él. Me corrió amablemente, "fuera", sonó: Suelten los perros. Digna retirada de por medio, me salí.
Hoy que le veo, feliz, anónonimo para ella y su pareja, sonrisa, beso y beso, pienso que le ha caído muy bien los años, que yo sigo siendo el mismo meditabundo, romantico, solitario y débil que solía ser, por supuesto con más edad y con una estabilidad en varios aspectos, pero cuanto me hubiese emocionado el que una vez me hubiese el destino abrir un paréntesis en en el mundo para tomarle la mano, caminar juntos, correr, no sé que otras travesuras con ingenuidad infantil, con amor de niño bien.

Jenny se llamó, ahora no sé.

Avanza la fila, cobro el cheque, salgo, ella sigue ahí, salgo del banco y es de nuevo el mundo real, no hay tiempo para la nostalgia.