domingo, 3 de octubre de 2010

JENNY


Tengo que ir al banco, puedo cambiar el cheque en cualquier comercio que me quede igual de cerca, sin tener que soportar la larga fila del banco, sin embargo elijo ir al banco, mentalizando que esta vez no habrá la fila de siempre en quincena; antes llevaba algún libro o periódico, pero, no sé si a todos o solo a mi me ocurre que me desconcentra el lugar, y también pienso que los otros cuentahabientes me han de mirar y murmurar cosas como: "ese buey se cree intelectual, el mamón, que bruto aqui no es lugar para leer" y cosas asi.

Es dieciocho, imagino no habrá fila, pienso mientras camino al lugar donde está ese lugar. La ley de la atracción funciona a medias: hay una fila mediana, tomo mi lugar y a mirar para cualquier lugar para no mirar de frente a nadie, no hacer contacto visual, frente a frente, muro a muro, tendríamos que improvisar la sonrisas falsas, hallarme a algún conocido significaría retomar mi lado cortés que no uso habitualmente.

La tecnica que uso posar mi vista en el cristal del banco, ese que protege a las y los cajeros, allí el reflejo, me proporciona una visión con perspectiva de espejo retrovisor, aguzo la mirada, frunco el ceño, y miro, miro, miro, en la plazoleta del parque hay niños que comparten un helado, hay también unos baquetones con uniforme de estudiantes, se deleitan viendo de frente a las muchachas que pasan, niños boleadores ofreciendo su servicio, gente que llega a la puerta del banco, hacen un gesto de enfado al ver demasiada gente y se van.

Ahi estoy, aqui estoy, ese de ahi, soy yo, ese de aqui soy yo, yo mismo soy yo. . . ja. Los gerentes uno oficial y la otra en sustitución atienden usuarios, revisan documentos, realizan llamadas, una persona en señal de agradecimiento le ofrece a ella una bebida embotellada, ella lo acepta, el otro habla por teléfono y da indicaciones de como cancelar una cuenta a uno y como abrir una a otro.

Observo a una señora, mayor de edad que se intenta colar a la fila, lleva un bastón, su cabello está desteñido, el cliente inmediato le dice: " la fila inicia allá, le digo para que no pierda su tiempo acá". Pienso que el gerente debería de indicarnos que debemos ceder un espacio a la señora, no cualquiera tiene el privilegio de llegar a edad avanzada en uso de sus facultades y funciones.

Pensando en que somos ingratos la mayoría, no pensamos que para allá vamos, si tenemos suerte pasaremos a la tercera edad. y aqui enfrente de mi, en doble fila está ella con su sonrisa de sus joviales 23, sospecho que tiene 23 igual y más, Jenny se le pega y cuelga al cuello de un hombre, jenny no lo recuerda pero yo si. Me gustaba de niña, le gustaba yo de joven, ella en la secundaria fue novia de mi amigo de la prepa, el muy suertudo, cuando terminaron hace años, yo intenté ser su novio.

Con mi personalidad pusilánime e ingenua, a los dieciseis, no sabía para que era tener novia, ni sabe uno que perseguir en el amor, pero, intentarlo es ley natural. Jenny, solía ser una linda chica, ojos negros, dientes blancos, cabellos largos negros, pantorrillas... uuu pantorillas, no lo recuerdo, pero tendrían que ser (¿?)... no sé, nunca me fijé.

En fin que recordé cuando fui a verla a la secundaria, mi turno para asistir a la prepa era por la tarde, así que aprovechaba la mañana para ver si la veía, solicité permiso con el prefecto y la ví ensayando la escolta, fui hasta donde estaba en la cancha de basquetbol y le dí un regalo, por su cumpleaños, dije, aunque no era en su fecha, me iluminó el rostro ver que desatendió su ensayo para estar conmigo, a punto de de que iniciara conmigo una conversación que igual y daba para algo más, despúes, no sé en otro momento, en otra ocasión.

Pero apareció el bravucón del subdriector, un libidonoso sujeto que no permitía que gente extraña molestar a sus niñas, sólo él. Me corrió amablemente, "fuera", sonó: Suelten los perros. Digna retirada de por medio, me salí.
Hoy que le veo, feliz, anónonimo para ella y su pareja, sonrisa, beso y beso, pienso que le ha caído muy bien los años, que yo sigo siendo el mismo meditabundo, romantico, solitario y débil que solía ser, por supuesto con más edad y con una estabilidad en varios aspectos, pero cuanto me hubiese emocionado el que una vez me hubiese el destino abrir un paréntesis en en el mundo para tomarle la mano, caminar juntos, correr, no sé que otras travesuras con ingenuidad infantil, con amor de niño bien.

Jenny se llamó, ahora no sé.

Avanza la fila, cobro el cheque, salgo, ella sigue ahí, salgo del banco y es de nuevo el mundo real, no hay tiempo para la nostalgia.

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