Los libros de Perrault y los hermanos Grimm de la biblioteca
de mi pueblo fueron nuestro mayor descubrimiento… mi hermana y yo disfrutamos
mucho cuando nos dijeron que podíamos llevarlos a casa y renovar el préstamo
cada 3 o cuatro días, por supuesto durante semanas y semanas pedimos no solo
esos, sino otros muchos de la misma estirpe. Me acuerdo de uno, más o menos me
acuerdo, debería decir tengo algunos borrosos recuerdos de la lectura de un
texto que hablaba de un sujeto que encantaba a las multitudes devorando pollos
con todo y plumas esa era su condición extraordinaria y por supuesto su modo de
ganarse la vida, trabajo y placer iban juntos como penitencia y como premio a
su talento.
Pero ese no es el tema, sino que los libros han llenado mi
personalidad y mi alma, definen mi yo interno y externo, los textos que he
consumido me han alimentado, me han dado naturalmente la posibilidad de vivir
muchas vidas, de experimentar tragedias sin sufrirlas en persona y emocionarme
con travesuras indómitas de personajes fantásticos, mucho de los personajes
ficticios de grandes escribanos me han sorprendido.
Un día escribí en el Facebook: “Hoy me llamo José Arcadio” y
unos pocos amigos entendieron la alusión a la obra de García Márquez. También
tengo muy presente aquella frase atribuida a Jorge Luis Borges en la que
expresa “Presumo más de los libros que he leído, que de los que he escrito”. Mi
mejor vivencia es tener amigos reales que igual se elevan con la escritura,
siento con ellos que me comparten un tanto del halo mágico de su talento, me
gusta ser camarada de ellos y les hago saber su soy su adepto.
Amo la literatura, amo el talento de cada uno de los que han
entregado su energía en la construcción de los seres, terminar (de leer) un buen libro es como dijo recientemente
alguien en las redes instalar nuevas aplicaciones en el cerebro, quiero a pesar de las complicaciones actuales
seguir instalando muchas, leer siempre será mi mejor consuelo.
Leo entrevistas de escritores y dicen que en su casa o en su
familia siempre hubieron en su infancia gente culta, bibliotecas envidiables,
sus padres o sus familiares tenían
invertido varios pesos en libros y pienso…
y, yo que había pensado deshacerme de muchos para no tener que caminar de zigzag e inclinado entre ellos; volvió mi compromiso con ellos y
más cuando hace unos días mi hijo de 3 años me recontaba el final de la historia del “Patito feo” de Hans Christian Andersen dijo: “Cuando el patito feo se convirtió un hermoso
cisne, regresó al estanque en donde había sido maltratado y… todos lo miraron,
cuando su mamá (que fue la primera en rechazarlo por feo) lo vio de nuevo dijo:
Ese era mi hijo.. Hay que bonito pato Feo”.
Me divertí y me pregunté cuanto en un texto hemos aprendido
varias generaciones, por lo pronto mi hijo ha aprendido algo, algo que está más
allá de su lenguaje y del mío, es simplemente la vida a través de las letras.
Gracias queridas letras, gracias escribanos y escribanas.
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