domingo, 16 de febrero de 2014

Camila




La primera vez que fui a visitar a Xocoyotzin a su nueva casa, Camila, su esposa llegó tarde; pasaban de las once de la noche.


Al llegar saludó despreocupada.

Camila, cuando supo que era amigo de toda la vida del Xoco,  como si hubiésemos comido juntos la semana pasada preguntó: ¿Te quedas a cenar?. Xoco y yo, ya habíamos comido unos hot- dog con agua de tamarindo, que él  había preparado como buen hombre de hogar...“Entonces un vino”, propuso.

Bebimos cada uno en su lugar. Desde su esquina cruzó las piernas mientras con la mano libre espantaba inexistibles insectos.


- Asi que tu eres Alejandro Amir
- Si no te parece mal. Contesté


Charlamos de cómo se habían conocido, de la suerte que tuvo de que Xocoyotzin le hubiese dado clases desde el quinto semestre, “mi mejor maestro en todo” río. “Te imaginé menos moreno”, dijo refiriéndose a mi: “tienes nombre de artista, pero blanco”.

- ¿Cuántos años tienes?

Miré a ambos como buscando una explicación, no era el tema mi edad, ninguno me devolvió la mirada.

- Treinta y tres

- Ah eres menor que yo, un año.


A ratos no sabía que decir, pues ambos tenían habilidad para hacer chascarrillos de cada anécdota que les contaba, exagerando la risa de situaciones poco  hilarantes.


Camila argumentó: “la realidad de la vida de cualquier creador es la hipocresía y política, tienes a fuerza que celebrar a alguien para que ese  un día se digne compartir un poco de su luz sobre ti, te enaltezca y entonces, invoques tu propia gloria, de lo contrario serás toda la vida mediocre”.


A  la una de la mañana, consideré suficiente mi estancia y me despedí, creyendo que me invitarían a hospedarme ahí en su residencia.


En la puerta:
- Que descanses, dijo él
- A ver cuando escribes un cuento sobre mí, dijo ella
- Buenas noches, dije.


Ya en el coche un tanto excitado por las copas de alcohol, intentaba no ceder al mareo que subía por los dedos puestos al volante.

Tres días después me había mencionado en su muro de facebook, me seguía en el twitter,  me había pedido el correo electrónico y dirección de la casa.

Contesté cortésmente sin prestar tanto interés. De mi probable amistad con ella tendría que estar presente Xocoyotzin.

Envió una dotación de libros sobre temas de sociología y estudios culturales. Sabiendo que era la hora en que ambos estarían en casa, llamé a las once de la noche para agradecer el gesto.


Un mes más tarde volví de visita, esta vez, era ella la que estaba en casa y Coyotzín ausente. Mientras terminaba de alimentar al bebé, me dijo “tomate algo mientras llega Coyotzín”,  fui a la vitrina y me serví un whisky muy rebajado para que no se notase que no tenía ganas de beber.


Camila terminó de acostar al bebé dormido y cuando me tuvo cerca me abrazó cual íntimos de varias décadas. Su talle era macizo, el vestido de flores amarillas, con olanes acentuaba su coquetería.


-  Me gustaría que aceptases te presente a mis amigos intelectuales, les he mandado a leer tu blog y han aceptado que no eres malo. ¿Qué opinas?

Bebí como si eso me impidiera hablar.

Continuó.

- Nosotros hemos apoyado a tanto talento que no encuentra las puertas fácilmente, te doy algunos nombres, Nelson Palacios, Yuria Mandujano, Pepe Gálvez… por eso pienso que estaría bien que no perdieras el vínculo con nosotros.

Cuando decía nosotros, se tocaba la parte debajo de la mandíbula donde los hombres llevamos “la manzana de Adán”. Pregunté por Coyotzín, dijo: “no me contesta desde las tres de la tarde, esa es la señal de que aparecerá en la madrugada de mañana”.


Se acercó decidida, me rodeó la espalda y sentí además de su aliento alcohólico, sus senos.

- Tú qué dices… es ahora, porque quizá más tarde será tarde.

Besó mi boca con maestría, imaginé un descuartizador en su brutal oficio y con prisa.

Sorprendido, me  deje envolver por la impetuosa afrenta de su instinto.

- ¿De qué se trata esto?. Te imaginas las consecuencias, dije.

- Se trata de que te permitas conocerme, aseguro doble satisfacción, te presentaré a mis amigos artistas, entrarás a un círculo especial de intelectuales y podrás destacar en el mundo al que perteneces, el periodismo y la literatura. Y lo demás tú ya lo sabes.

Recordé a Coyotzín en aquellos días de estudiantes, alcoholizado hasta las uñas. ¿Se merece una mujer así, pensé? Probablemente, pero no se merece un ex amigo más, eso no pasará conmigo.

Me alejé un poco y dije,
-No estoy de acuerdo. Gracias. Así lo dejemos. Así estoy bien. No quiero lo que me das.

- No seas Tonto Alejandro Amir, tienes todo para el éxito, tienes casi todo, lo último es lo de menos, yo te ayudaré. Sonrío y volvió a entornarse en mis costillas.

Viéndome a los ojos dijo:
-“Tuve un sueño, en el que si me rechazaba alguien como tú, se iría al carajo mi suerte en el amor. Tengo una obsesión por los hombres un año menor que yo, no espero a que ellos lo hagan, los cortejo. No dejes que se cumpla mi sueño, sí?”

Muy seguro, le dije

- Creo que no.  No serán así las cosas. ¿Ok?. Pero sabes qué, ya tienes tú, tu cuento, solo deja que lo escriba.

Furiosa, giró sobre sus talones, diciendo.

- Pinche Putito, lo sabía, hasta el pinche nombrecito lo tienes de puto. “Mi cuento, mi cuento”, a la verga tú y tus cuentos. Pinche negro sigue de mediocre.

jueves, 13 de febrero de 2014

El rincón de Marco Aurelio

Tapachula es para el continente americano, lo que para los caballeros, el  órgano sexual de una mujer: Un exquisito manjar.  Eso es lo que  continuamente pronuncia un  bohemio escritor tapachulteco, compara el talento de los costeños con la estirpe de Gabriel García Márquez, "afortunados somos de ser un Macondo perenne".

En  esta "Perla del Soconusco",  hay un bar que había deseado conocer, por lo que contaba el escritor Marco Aurelio Carballo, "Mi madre me engendró, pero  "la mesa redonda"> me acabó de criar"; el día en que nos invitó a López Ventura, Cinthya y a mi allá por el año 2011, lamenté no acompañarlos, padecía una gastritis con colitis, lo cual me hizo pensar que estaba cerca el fin de mis días.

Este doce de febrero del 2014, a las cuatro de la tarde cuando me hallé libre entre la novena y once calle sobre la primera norte,  dije iré por la botana al primer bar que se halle cerca de mi;  creí sería difícil encontrar el que me interesaba, pasaron dos muchachos cargando una marimbita cosa casual en esta ciudad, músicos ambulantes que sobreviven de lo que los lugareños ofrecen, los seguí y me condujeron directamente ahí, a la Mesa Redonda.

Entré y busqué una mesa, me tocó una pequeñita.  En medio de cada sala hay una mesa redonda grande, pero esa es para cuando los bebedores van en grupo. Mi mesita redondita en una esquina quedaba bajo un altar de reconocimientos entregados a ese lugar donde se han reunido por más de 60 años,  tantos y tantos ciudadanos tapachultecos, entre ellos artistas, periodistas, escritores y músicos reconocidos internacionalmente.

Luego de terminar la primer cerveza y dar la primer propina a los ejecutantes de la marimba me atrevo a contemplar con detenimiento todo el espacio. Se acerca a saludarme Francisco Solares conductor del noticiario "Día a Día" y propietario de la mesa redonda:

- ¿Qué tiene la mesa redonda, que lo vuelve tan especial para todos?

- Yo creo que su arraigo, son sesenta años de servicio, y tantas historias.

- ¿Hay algo más?

- La publicidad que nos ha dado el escritor Marco Aurelio Carballo, pues nos ha distinguido al mencionarnos continuamente en sus colaboraciones en distintos medios donde él escribe, él era amigo de mi padre y mi padre le tenía alta estima, por lo que un lugar de este bar lleva su nombre: el rincón de Marco Aurelio.
- ¿Qué tipo de bebedor es Marco Aurelio

- Ya no bebe, si supiste que le extrajeron un tumor cerebral. En noviembre del 2013 vino con tres grandes amigos y  tomó solo refrescos, dicen vino a llenarse de Tapachula, porque al salir de acá fue a tomar unos helados en "Helados Irma", dio dos vueltas al parque y volvió al Df, muchos creen que esa fue su despedida. No sé si vuelva por acá, aunque aqui siempre le estaremos esperando.
Cuando bebía, nunca se le vio un desfiguro, un tipo solemne, brillante, sobrio.


Asistí un año a clases con Marco Aurelio Carballo en el taller de narrativa que impartió en las insstalaciones de la Casa de la Cultura, una persona conocedora de literatura y periodismo, hombre de mundo, culto, de  palabras  sencillas y precisas. Cinthya dijo al conocerle, me gusta, tiene cierto parecido con Mario Vargas LLosa. Cuando lo entrevisté ¿Porqué escribe usted?, dijo, por el placer de liberar neurosis.
Publicaba hasta hace no mucho su columna #Turbocrónicas, y posteaba en el blog: "Diario de un Reportero Neuras", tiene una decena de libros publicados, ahora prepara  “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”.

Ha sido galardonado múltiples ocasiones por los gobiernos del estado en turno y por distinas asociaciones culturales en el país.

Paco solares me invita a hacer el recorrido y apreciar cada una de las placas conmemorativas que indican un acontecimiento importante, sobresale el que dice: "Aquí se presentó la novela de Bethoven del escritor tapachulteco Marco Aurelio Carballo; ¡salud!". En esa placa aparecen como integrantes de una fundación cultural del Soconusco los nombres de Roberto López Moreno, Hernán Becerra Pino, Rafael Ramírez Heredia, entre otros.
Disfruto de este templo de la bohemia, sé que es el descanso  para el alcohólico  campechano.
 "Yo también escribí algo, contagiado por tantos escritores, se llama la montaña dorada", me obsequia  un ejemplar.

Pido otras dos y seguimos charlando

- ¿Tu mejor amigo periodista?

- Luis Cerdio

- ¿Amigo político?

- Manuel Velasco Coello

- ¿Tu mejor amigo escritor?

- Marco Aurelio Carballo.

Antes de pagar la cuenta, agradezco, echo de nuevo el vistazo a ese rincón de MAC, le extiendo el pulgar y le digo: ¡Salud!