sábado, 2 de noviembre de 2013

Yo fuí al cine Motozintla


No una, ni dos, fueron varias veces, no las recuerdo todas, pero es muy seguro que  mis padres mientras era un bebé, cargaron conmigo para asistir a la proyección.

Ir al cine, fue por más de una década de los más grandes privilegios que disfrutaron los motozintlecos,durante tres décadas, desde 1960 a 1990.  El total de población en la zona urbana no alcanzaba la cifra de 7 mil personas.  Traer los rollos de las películas a lomo de mula desde Huixtla Chiapas, debió de ser toda una aventura. La fila de personas que compraban el boleto de su entrada frente a la taquilla, era tan larga que alcanzaba una cuadra. Dos funciones, 6: 30 y 8: 30, todos los días.  Dos películas.

Dos lugares: Palco y luneta.

Luego de la primera función de cine, lo típico era ir todavía a escucha la marimba en el parque central o entrar al billar, si se iba a la segunda, ya te ibas a la cena con las juchitas, local de comida oaxaqueña donde servían las garnachas y enchiladas de mole.

El cine tendría capacidad para unas 500 personas, había una puerta de entrada y otra de salida, en donde se bajaban las escaleras del lado derecho, con rumbo a la primera avenida sur y del lado izquierdo con rumbo al centro del pueblo, sobre la primera avenida norte.

¿Qué películas ví?.

Mis padres me han dicho que fueron a ver películas de Pedro Infante, Pedrito Fernández  y alguna de Mario Almada.

El cine Motozintla antes Figueroa, antes Guzmán, tuvo su éxito porque la vida en Motozintla, era completamente rural, muchas de sus calles no estaban pavimentadas y en muchos barrios no había luz eléctrica, así que estar en el cine, era disfrutar de la magia de la modernidad, contenida en dos horas de entretenimiento. Eran los años 70.

De manera muy difusa recuerdo haber visto ahí dos, una en la que la trama era de un niño que se perdía o había caído en una construcción de un edificio subterráneo, el soundtrack de la película era la canción de “Amigos”, interpretada por Pedrito Fernández, y tengo otro recuerdo, el de un niño al que le de la nada la crecían alas en los homoplatos, eso es todo, no tengo más nítidez en mis recuerdos.

No podía ir al baño solo, mi papá me acompañaba.

El olor a palomitas de maíz y los vasos espumeantes de soda recién servida en vasos de unicel.
Antes de iniciar la película, había una música de fondo. Las personas se reconocían y saludaban, platicaban apurados para que no quedara interrumpida la conversación. A la mitad había una interrupción, una  pausa para que se fuese al baño o comprar las palomitas o el refresco. Los que no íbamos ni a una cosa ni a otra escuchábamos las pláticas de los mayores sobre las cotidianeidades del mundo y volteábamos hacia adelante o hacia atrás, a ver si encontrábamos algún conocido para hacerle un saludo con la mano.

Un 30 de abril de 1988, los maestros de la escuela primaria nos llevaron al cine, fuimos los de tercero a sexto grado, esa fue la celebración, vimos la película que hizo la canante yuri para celebrar el nacimiento de “Tohuí”,  un oso panda en el zooloógico de Chapultepec en la ciudad de México. Nos gustó mucho, fue  un buen día del niño.

El lugar era también utilizado para ceremonias de graduación y eventos políticos, así como también para la presentación de conferencistas, magos, comediantes y otros artistas reconocidos.

Un día, fuimos a ver al hipnotista, el profesor Karma, yo tendría unos nueve años, mi mamá dijo que era bueno que admirásemos el espectáculo de la mente, donde una persona logra dominar a alguien con el poder de la persuasión.

Cuando solicitó la participación de voluntarios adultos, muchos rieron cuando logró que una persona de prestigio en la ciudad, mediante la hipnosis, hurtara la cartera de alguien más. Cuando dijeron que pasaran los niños, pasé yo, pero no sentí nada, como no me hipnotizó,  me enviaron de regreso a mi asiento.

Una tarde llegó al cine, el cantante José de Molina, yo ya estaba en sexto de primaria, fui a escucharlo desde la segunda puerta, oí dos piezas, supe que su canto era de época, era el canto de protesta. Eran los ochenta.

Un vehículo moderno con sistema de perifoneo anunciaba la función del día, lograba atrapar la atención, convocar.

Al haber luz en casi todo el pueblo muchas familias de clase media tuvieron más de un televisor en casa., se diversificó el entretenimiento, los tiempos cambiaron, el cine no se adaptó.

Todavía en los noventa siguió activo el cine, pero ya eran proyecciones de escasa categoría. Algunos días se proyectaron funciones de solo adultos.

Habrá sido la crisis económica o los tiempos modernos, llevar películas a Motozintla fue siempre difícil y caro. Me cuentan que ya no costeaba, no era rentable.

Los modernos 90 trajo consigo el declive definitivo del cine.

Me queda el recuerdo de haber ido al cine, soy parte de esa historia, la historia del cine en Motozintla.

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