sábado, 30 de marzo de 2013

El buen Carlitos E.



En los tiempos universitarios en que había que ir a dar el famosísimo servicio social, y que muchos no pasan por ello, ya que por recomendación de alguien, el jefe de oficina solamente estampa su firma en el papel que avala 480 horas de servicio social,(sin pago alguno, obvio)en el que se confirma que el interesado evidenció su aprendizaje y además trabajó igual o mejor que cualquier empleado.

 Yo quería estar en algún lugar que organizase eventos artísticos y culturales, me imaginaba redactar crónica, tomar fotos a distintos grupos, conociendo y entrevistando escritores, pintores, actores, etc... la única dependencia gubernamental encargada era CONECULTA, ahí fuí a solicitar el espacio, pero a la semana de estar ahí arrumbado en un viejo escritorio, viendo pasar las horas, sin encargo o comisión, dije: esto no es lo que esperaba.

 Comenté, con Virgilio, y me dijo, pues porque no te vas a la Dirección General del Cobach, ahí hay un departamento de difusión, aprenderás algo, además de disciplina laboral. Las horas de servicio social, fueron la mejor experiencia, conocí a gente talentosa, entre ellos el mejor, Carlos Ernesto Acevedo Martinez, de oficio columnista, su estilo irreverente, no concuerda con su apariencia de hombre ermitaño, serio e introvertido.

Las lecturas de temas varios en sus quijoterías, eran un viaje al verdadero mundo del arte, las vivencias algunas veces autobiográficas, otras robadas o imaginadas, son fascinantes, hay un desparpajo, una liberación, una mezcolanza de perversidad que en vez de espantar las buenas conciencias, las persuade de la feliz emoción que resulta ser cómplices de tamaño cinismo en el relato.

En ese tiempo, Carlitos, como acostumbramos a nombrarlo, llegaba a su oficina a buena hora, pedía su café, encendía los primeros tres tabacos del día y a darle a la máquina mecánica, escuchaba los golpes desde afuera, mientras preparabamos el resumen de noticias que a diario leía el director general. Al mediodía, tenía lista la columna, hecha en dos hojas tamaño oficio, a espacio y medio y todo en máquina de escribir mecánica, de aquellas del siglo pasado. Me tocó en varias ocasiones llevarla a la redacción del diario "El sol de Chiapas", periódico al que le fue fiel, muchos años.

 Eran tiempos del correo electrónico, pero carlitos seguía escribiendo en máquina de escribir, cosa que agradecía la capturista, que antes que todos leía las aventuras y se preciaba de ser la primera en reírse, la primera en sorprenderse, la destinataria involuntaria de tan divertidas anécdotas.

 Entré a su despacho, ya casi para concluir el servicio social, platicamos, me hizo saber que nació en Morelia Michoacán, había estudiado hasta pasadita la adolescencia en un colegio jesuita, y eso precisamente le inspiró a ser quien es hoy, un librepensador, también dijo que había sido titular de algunos espacios radiofónicos en la capital tuxtleca y tiene un hermano casi con los mismos orígenes  de nombre Arcadio y de oficio cuentista y bolonauta.

Fue el mejor lugar donde pude haber prestado servicio social, pues fue también la catapulta hacia mi oficio, se me abrieron las ventanas del conocimiento, me divertí y conocí gente que es talentosa.

Buen tipo Carlitos, igual de amena la charla que su escritura, se le puede encontrar en los pasillos de las sombrillas en la planta baja del edificio de los cristales, tras la catedral de San Marcos y que alguna vez albergó la secretaría de hacienda, ahí en uno de los cafés, acostumbra reunirse con sus colegas y componer el mundo en de 9 a 11.

Carlitos publica su columna - Quijoterías - actualmente en el "Cuarto Poder" conocido rotativo tuxtleco, hay aperitivo, entremés, entresemana, desempancé, un vejigazo, un higalgo, una campechana, la caminera, la penúltima... pero, ya no adereza su página con fotos de "algo para picar", se extrañan esas fotos de voluptuosas damas en ropas menores.

 No tiene blog, ni correo electrónico, a él hay que conocerlo en persona y si no, al menos leerlo consecutivamente.

 salú!

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