martes, 26 de julio de 2011

Y, TÚ ¿QUÉ ESTÁS ENVIDIANDO?




“Pasamos el tiempo envidiando a personas que no nos gustaría ser”
Jean Rostand

La actividad es: piense en la persona, o personas que envidia y por qué. ¿Si pudiese ser como ellas, sería más feliz? ¿Qué son, o qué tienen, que a usted le gustaría ser o tener? ¿Podría usted ser como ellas, o tener lo que ellas tienen? ¿Qué tendrá usted en su lugar?¿Qué es lo qué todo esto le hace sentir?.

Busqué el significado de ese término y me da que proviene del latín invidia, y se refiere al malestar por el bien ajeno y entre paréntesis dice que: “el sujeto que la siente, no desea mejorar su posición, sino que al otro le vaya peor”.

De acuerdo al mismo texto, el que padece este resentimiento, lo niega ante si mismo y ante terceros, aceptar que carece de algo es una posición que no asume con facilidad.

Ahora me toca responder.

El adulto que hoy soy, es el mismo niño que criaron mis padres y el mismo que vivió una situación de vulnerabilidad debido a las condiciones económicas de mi familia, mi papá no vivió con nosotros. A raíz de la separación conyugal sobrevinieron no una sino varias carencias, incluso afectivas, no obstante, tuve una como madre a una súper mujer que no lo recuerdo si de forma explícita o sobreentendida, transmitió el espíritu de aceptación en torno a lo que tuve o no en forma material y/o afectiva.

Quizá, no puedo con seguridad afirmar, deseé algo y lo deseé de tal manera que pudo provocarme un resentimiento, pero fue un sentimiento pasajero, además de que de adolescente decidí sepultar la mayoría de mis recuerdos infantiles, entendí también, a cierta edad, a los diceisiciete supongo, que si alguien poseía algo era el resultado de su esfuerzo o no, pero algún precio debía pagar.

Como la fábula aquella, ilustrada en un libro de primaria de tercer grado, en la materia de Español, del perro gordo y el flaco, el gordo está amarrado y la correa le ciñe el pescuezo, cuando se compara con el perro flaco, él le dice cómo le haces para estar tan bien, y el perro gordo contesta: presto mis servicios, guardo su casa y defiendo de los ladrones. Eso a primera impresión, hizo que el perro flaco envidiara esa situación, pero no fue así cuando se enteró que a condición de estar bien alimentado el perro gordo no podía nunca salir del lugar donde vivía, le dijo mientras se retiraba: “goza de tus bienes, todo lo que puedas y quieras, yo rehúso a estar como tú, si tengo que perder mi libertad”.

Quién sabe, a lo mejor los seres humanos venimos predispuestos a envidiar, y unos más predispuestos que otros, en lo que a mí respecta, tengo muy claro que de niño deseé con afán pocas cosas del vecino, y de adulto pues menos celos procuré tener, de tal manera en que ese resentimiento de carecer de lo que mi prójimo tiene, por más que hurgue en mi conciencia, no lo hallo.

Cuando comenté esto, bromeando dije, umh si, pensándolo bien, si le envidio algo a alguien, y ese alguien es Joan Sebastian, que talento para componer canciones y enamorar mujeres, que fortuna y que riqueza ha de poseer, salud, dinero y fama, pero haciendo un examen de ese comentario, es solo por tener que escribir algo, él ha tenido mujeres hermosas a su lado como pareja, de todas las edades, incluyendo a la guapa Maribel Guardia, pero también ha pagado un precio, con ninguna se ha quedado, de la salud, se recuperó milagrosamente de un cáncer, le han matado a dos de sus hijos, se le ha vinculado constantemente, con cárteles del narcotráfico y ha vivido otras muchas situaciones dolorosas, por lo que entiendo que no es feliz en un ciento por ciento, y que si yo tuviese lo que él tiene, tampoco yo lo fuera.

La filosofía que hoy practico, la he aprendido de hombres sabios que han dejado huella a su paso por este mundo, Ghandi, Facundo Cabral y Jesucristo, entre otros, todos coinciden en que los bienes materiales si no son un estorbo, son complementarios y nuestra dicha no debe estar en función de poseer todo, sino el de disfrutar con lo que somos, entiendo que no soy nada superior porque posea innumerables riquezas, si a costa de ello hay que pagar el precio, que podría ser ausentarme de mi familia, perder piso, enloquecer, etcétera, es por eso que cierro esta explicación, reiterando que como dijera un célebre filósofo Romano, Terencio: “Hombre soy y nada humano me es ajeno”.

No obstante a fin de vivir mejor mis días, pulo mi actitud deseando no enfermarme con la envidia.