miércoles, 31 de marzo de 2010

NO TENGO HUMOR



Ayer por la noche, un automóvil de lujo, me rebasó y sin concesiones, se atravesó en la carretera y el conductor, se bajó a amedrentarme, Vicky, viajaba conmigo, “milagrosamente” dijo ella, más tarde, no iba, como casi de costumbre dormida, la impresión, fue enorme. No hace falta mas indicios, para percatarse de que es un asalto, eso es lo que imaginé.

Ese, como todos los viajes, venía disfrutando de un cd de audio en el auto estéreo, nos había llovido demasiado en Huixtla, el problema de los limpiaparabrisas me obligaba a bajar el cristal de la ventanila, de vez en vez, para que no se empañara desde dentro, lo que ocasionó que me empapara un tráiler que rebasó. Durante la lluvia, yo estaba inquieto, pero al mismo tiempo sabedor de que son cosas que uno debe controlar, aunque son ajenos a nuestra voluntad; por momentos, no veía nada al frente, pero tampoco lo confesaba, para no hacer aspavientos en mi acompañante.
El hecho, es que ya había transcurrido la crisis o tormenta, ya repuestos, como siempre dicen que viene la calma, continuamos, trayecto a casa, cuando de pronto de la nada, como todo lo intempestivo, nos vemos fugitivos. Varias veces hemos escuchado de experiencias negativas en la carretera, sobre todo cuando es de noche, pues varios conductores son asaltados, violados y asesinados, y es precisamente en la región que nos pasó.

Con deseos de que nunca nos ocurriera algo parecido, yo había dicho en algún momento que si nos atajaban, echaríamos reversa y venderíamos cara nuestra vida, salir corriendo en dirección contraria, por adversa que fuera la circunstancia. Eso fue, lo que apliqué. Apagué por completo el sonido del estéreo y le pedí a Vicky que guardara silencio, pues no ayuda expresar el temor o cualquier otra emoción.

Acabamos de pasar un poblado menor, quizá una decena de casas, a orilla de carretera, la idea fue regresar a donde hubiese gente y así evitar la agresión. Al maniobrar para echar vuelta atrás, el agresor, volvió a la marcha y nos volvió a seguir, para ese momento yo aceleré, lo más que da mi automóvil, modelo 99, yo no presumo de ser experto en arrancones, son cosas que no practico. La descarga de adrenalina y el temor, no hacen pensar nada más que en lo que puede pasarnos, y como evitarlo, aunque la duda de poder lograrlo es más fuerte, ya al no estar acostumbrado a la brusquedad, somos más susceptibles de ser sometidos.
Esos instantes, en los que te asalta la idea de perecer de una forma inhumana, es cuando toda nuestra fortaleza o pose de valiente, se oculta, se esfuma.

Había que correr, y la idea era no chocar de frente con otro vehículo o terminar salido de la carretera que sería trágico también, los dos o tres kilómetros que nos separaban de ese poblado, se nos hacia interminables. Cuando lo divisamos, atrabancadamente nos internamos en la única calle de terracería que da acceso y tocamos fuertemente el claxon, en espera de que los curiosos, nos auxiliaran. Yo le pedí a Vicky que se metiera a una de las casas con la puerta abierta, mientras yo me quedaba dentro del vehículo con las puertas cerradas.
En todo ese momento, uno va pensando que saldrán con sus armas, y dispararan a mansalva.

Uno realmente desea que todo sea un sueño, lo cual ni por asomo es. El ambiente es tenso, denso, Vicky se encara con el agresor, y se dicen cosas que no alcanzo a escuchar desde mi lugar, solo me arrepiento que ella esté afuera y yo no, pero da resultado, el agresor, alega que le he quebrado un espejo de su vehículo, lo cual es falso. Argumenta, solo quiero que se baje y que me pague el golpe.

Nosotros, habíamos tenido muchísima precaución al manejar, Vicky desde su puesto de copiloto, estuvo atenta todo el tiempo, y era todo mentira. La gente se acercó a satisfacer su curiosidad y se quejaron de que hayamos irrumpido violentamente en la comunidad, Vicky trastabillaba en sus palabras y yo tengo que bajar para protegerla, y no se puede dialogar, solo se trata de intimidarnos verbalmente a fin de que demos dinero.

Las contradicciones eran muy notorias, el golpe que ellos alegaban, iba en la parte lateral de donde por ninguna razón pude haber golpeado ya que íbamos en dirección contraria, para que eso hubiese pasado, tendría que haberlos rebasado y por la derecha.

Noté, el desconcierto en el agresor, iba una familia completa, se bajó una niña como de unos doce o trece años, un hombre más, que decía que mejor les pagara, y yo insistía en que me confundieron, que yo no pude haber sido, pues ni alcoholizados ni dormidos, estábamos.

Había una mujer, que intentaba, de manera menos agresiva, persuadirnos de que pagáramos, que nosotros éramos los únicos causantes de ese embrollo. Aquí hay que señalar, que el lugar, Belisario Dominguez, ha tenido la fama de que zona de peligro para los conductores, por las razones ya mencionadas.

Vicky, volvía la carga para defenderse, pero todo era invalido, y las amenazas crecían, finalmente ellos dijeron la cantidad que querían “por lo menos” quinientos pesos, dijeron, pues las refacciones del carro son caras, ya que es nuevo, Vicky les dijo, que ellos tenían seguro, les dije, intentando que mi tono fuera conciliador, que nosotros íbamos de regreso a casa sin dinero, que lo habíamos gastado con (y no era mentira) con un especialista, lo que nos convertía en desamparados. Más tarde, la mujer, rebajó su petición a doscientos pesos, la escena era absurda, porque en ningún momento habíamos visto ese automóvil, y nuestra velocidad era moderada… Era todo una farsa, una estrategia para asaltarnos.

Quizá porque habían varios curiosos, esos sujetos, se tranquilizaron, nunca mostraron un arma, pero ya la agresión había logrado que nosotros nos encontráramos desorientados, en ese instante, les dije que lo único que llevaba, era un poco de dinero que nos serviría para el gas, y que lo único que contaba era, eso, tomé tres billetes de 50 pesos y se los ofrecí, a lo que, sin mas detalles, lo tomaron y se subieron al carro mentando la madre.

Aquí, vuelvo a encontrar la mayor de las incongruencias, ya que si de verdad lo que alegaban era cierto, hubiesen llamado a la autoridad competente, aunque el proceso fuese tardado.

Le dije a Vicky, que viera que se habían alejado, y que estuviera atenta a que dirección siguieron para irnos al revés, también esperé un tiempo a que no volvieran y quisieran repetir su estratagema, más adelante en parajes más inhóspitos.
Nos fuimos pensando, que la injusticia debe tener su merecido, y que quizá se topen con “un su padre” que no ande con juegos y les meta sus balazos, que uno es más parte de la estadística y que afortunadamente la libramos.

No se consigue pronto la estabilidad emocional, al otro día todo paranoico, me asustaba todo, recordaba las amenazas, como nos observaba, como miraban el carro. Todo me hacía sentir vulnerable. Salí solo lo necesario de casa. Que día es hoy, miércoles santo, mañana y pasado, la gente se divertirá en los sitios turísticos y yo me quedaré pensando en que es mejor quedarse en casa.

Por eso digo, no tengo humor, veo adolescentes que se desgarran las vestiduras, por no tener el iphone de sus sueños, niños chantajistas que pelean por un disco nuevo de Belinda, que se enferman si no tienen en su poder algo tan superficial como una prenda de vestir de moda, o cosas por el estilo, muchachos que nunca han visto de cerca el temor de ser perseguidos como si fueran ratas delante de un felino, con instinto asesino. Solamente siente, el que lo vive, ninguna experiencia se le acerca. Ese miedo de saberse impotente y de antemano vencido, al no contar con “armas” para combatir la injusticia.

Por eso digo, no tengo tiempo, no soporto que haya quien no valore la vida, y que no importe que el prójimo, o el hermano esté en peligro de muerte, mientras ellos siguen convencidos de que nada hay en el mundo que los pueda satisfacer un momento, o les pueda brindar tantita felicidad que un objeto.
Por eso, hoy, no tengo humor.